Cristo, Sacramento

Santidad Urgencia Pastoral

El Concilio Vaticano II habló de la vocación universal a la santidad. La santidad no solo es una exigencia o una obligación o una “misión” para todo cristiano. Es un don que se nos confiere en el bautismo y que tenemos que conservar y ser coherentes con ese proyecto y compromiso. Es una contradicción conformarse con una vida mediocre, vivida según una ética de mínimos y una religiosidad superficial.

Los caminos de la santidad están abiertos a todas las personas bautizadas y cada cristiano los hace suyos, si quiere vivir la plenitud de la vida cristiana y la perfección en el amor. Las parroquias y los movimientos apostólicos deben proponer la santidad como una prioridad y animar a sus comunidades para que sean escuelas auténticas de oración que les lleva a Cristo, no solo en la petición, sino en la acción de gracias, en la alabanza, en la adoración, en la contemplación, en la escucha y en el amor.

Los cristianos podemos transparentar en nuestra vida el misterio de Jesucristo y, siendo testigos de su amor, podemos realizar nuestra santidad.

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