El pasado lunes de Pascua, nos sorprendía la muerte del Papa Francisco. El cardenal Camarlengo, Kevin Josepf Farrel, comunicaba que “a las 7,36 de la mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del padre. Dedicó toda su vida al servicio del Señor y de la Iglesia”

Aunque todos sabíamos de su estado delicado de salud, ha sido una sorpresa al verlo, el Domingo de Pascua, en la bendición y felicitando las pascuas. El Papa Francisco “ha regresado a la casa del Padre”, como anunciaba el cardenal Farrel, pero nos ha dejado un legado y una tarea para seguir construyendo la “Iglesia de puertas abiertas”, una Iglesia encarnada en nuestro mundo, como Buena Noticia para todos, una Iglesia acogedora, sencilla, alegre y esperanzadora. Su magisterio nos habla de la “alegría del Evangelio”, de la “fraternidad universal”, de la “alegría del amor”, “de la llamada a la santidad”, sobre “el cuidado de la casa común”, de sinodalidad… y un largo etcétera sobre la puesta al día de la Iglesia y el Evangelio, de la doctrina del Concilio Vaticano II. Damos gracias a Dios por su vida, su persona y la tarea que nos ha encomendado y pedimos al Señor, que le dé el abrazo de Amor que se merece. Y rezamos para que el próximo Papa pueda seguir guiando a la Iglesia desde la sinodalidad y el camino que el Concilio ha marcado.