El Papa Francisco, desde 2019, instituyó el III Domingo del Tiempo ordinario como «Domingo de la Palabra de Dios». Es un día dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Una excelente ocasión para profundizar en la centralidad de la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia.
El lema elegido por el Santo Padre para este año 2025, dentro del Año Jubilar, es un versículo del Salmo 119, “Espero en tu Palabra” (Sal 119,74). Se trata de un grito de esperanza: el hombre, en el momento de angustia, de la tribulación, del sin sentido, grita a Dios y pone toda su esperanza en Él.
La palabra de Dios puede ser fuente de esperanza si para nosotros Dios sigue siendo la fuente de la palabra misma. Sólo si escuchamos la palabra desde la voz del Señor presente, que nos mira con amor, podrá alimentar en nosotros una esperanza inquebrantable, porque está fundada en una presencia que nunca falla. La palabra de Dios es una promesa en la que no sólo el que promete es fiel, sino que queda incluido en la promesa misma, porque Cristo nos promete a sí mismo. “¡Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo!” (Mt 28,20). La última palabra de Jesús, la última promesa antes de ascender al cielo, es la promesa de sí mismo a nuestra vida, no sólo al final de los tiempos sino cada día, cada instante de la vida.