El amor, el homenaje y la veneración que se dan a la Virgen María se manifiestan con prácticas diversas que llamamos “devociones”. Algunas de nuestras parroquias la tenemos como patrona.
La devoción a María es una amorosa y confiada entrega a quien sabemos que nos ama y nos protege. Desde siempre los cristianos se han sentido impulsados a un entrañable y filial amor a esta Madre. Y a una irresistible imitación de sus virtudes.
El Concilio Vaticano II nos describe la naturaleza y el fundamento del culto y devoción a la Santísima Virgen: “Por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada con un culto especial”. Este culto especial consiste en la veneración, en el amor, en la invocación y en la imitación de la misma.