El Papa nos invita a no perder de vista en este tiempo de verano el drama de tantos hermanos y hermanas nuestros que están sufriendo las consecuencias de la dureza del corazón de muchos.
Frente a los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, frente a las heridas del alma, frente a las situaciones que nos abaten e incluso frente al pecado, Dios no nos mantiene a distancia, no se avergüenza de nosotros, no nos juzga; al contrario, Él se acerca para dejarse tocar y para tocarnos y siempre nos levanta de la muerte. Siempre nos toma de la mano para decirnos: ¡Hija, hijo, levántate, camina, sigue adelante!” ya que asumió todas las consecuencias del pecados para la salvación, reclamó Francisco. “Dios es el que te toma de la mano y te levanta, el que se deja tocar por tu dolor y te toca para curarte y darte de nuevo la vida. Él no discrimina a nadie porque ama a todos”.
Miremos al corazón de Dios, porque necesitamos una Iglesia y una sociedad que no excluyan a nadie, que no traten a nadie como “impuro”, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas ni prejuicios. Esta invitación del papa es una llamada al corazón de cada creyente.