El domingo 9 de diciembre de este 2024 celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.
En la misa de familias de las 12, en El Salvador, se realizó el encendido del precioso Belén ubicado en el templo al son de un villancico entonado por todos los niños y niñas que asistieron a la celebración. De este modo, se compartieron instantes de emoción e ilusión en este tiempo de Adviento, que nos invita a abandonar lo superficial, a mirar más allá del ego, y a centrar nuestro anhelo en un Dios que desea acercarse, que busca encarnarse, hacerse cuerpo y sangre, compañero y amigo.
Esta celebración de María encuentra plenamente su sentido en el marco del Adviento. En María convergen memoria, expectación y rastreo. Su figura nos hace volver la mirada hacia el proyecto original de Dios, quebrado por una libertad humana que se sitúa fuera del foco del Creador. En María se nos ofrece la promesa de la restauración definitiva de ese proyecto, porque Dios quiere y puede llevar a plenitud su obra en nosotros. En ella, finalmente, Dios se nos hace presente y camina a nuestro lado, encarnado y oculto en las costuras de toda la realidad. María Inmaculada es ese lugar plenamente humano donde la belleza de nuestra humanidad se ve rehabilitada desde su raíz.
El Adviento nos anima a acoger amorosamente nuestra historia marcada por el pecado, sabiendo que en ese pasado late el deseo salvador de Dios. El Adviento nos impulsa a mirar hacia el futuro con confianza, porque Dios cumple siempre lo que promete. Y, en María Inmaculada, figura del Adviento, hallamos la alegría de transitar el presente complejo que nos toca vivir con la certeza de que Dios está ya entre su pueblo.