Las personas cristianas de hoy, acudimos a los pies de María porque queremos un mundo mejor. Acudimos a la Virgen Madre porque nos cuesta vivir como cristianos auténticos. Acudimos a su corazón porque sabemos las dificultades de educar a los jóvenes en la fe. Ella debe ser el mejor motivo de esperanza en estos comienzos del tercer milenio para que nuestra vida tenga sabor y sentido, comprometidos siempre con la Iglesia de su Hijo, en un mundo pluralista.
La conjunción entre la misión y la esperanza se da justamente en la imagen de la Visitación de María a Isabel. La Madre del Señor lleva en sí el don cumplido, el don realizado. Su corazón se acerca a todos y en todas partes, compartiendo el don de la misericordia del Señor desde Abrahán hasta nosotros.