El 8 de septiembre celebramos la Natividad de la Virgen. En el pasado sería el día en que se celebraría la fiesta de nuestra patrona la Virgen de la Oliva.
Es poco lo que nos cuentan los Evangelios de María, y la Natividad no está en ellos, sino en una tradición sacada de los evangelios apócrifos. Pero en los Evangelios vemos pistas que nos indican que María es una mujer de familia sencilla, trabajadora, de un nivel económico pobre, profundamente creyente, que orienta sus pasos a la luz de Dios y que hace lo que todas las esposas y madres trabajadoras: las tareas de cada día, mantener relaciones amistosas con sus vecinos y afrontar todas las dificultades de una familia pobre.
En la Anunciación la vemos abierta a la voluntad de Dios. En la Visitación, va a casa de su prima Isabel, que espera un hijo y necesita una persona que le ayude. En el Nacimiento, el Evangelio nos la presenta en circunstancias difíciles acogiendo con amor al Hijo que le alegra y sobre el cual va a tener que meditar tanto. En Caná de Galilea es la persona que se alegra con la alegría de los esposos y trata de ayudarles. Cuando Jesús “se pierde” en el templo la vemos angustiada buscando al Hijo. Y al pie de la cruz, acompañada por Juan y traspasada de dolor, contempla a su Hijo extenuado y escucha sus palabras, que son toda una lección para los creyentes de todos los tiempos.
Entender a María es entender nuestra propia vida.