El 3 de diciembre de 2023 comenzó el tiempo de Adviento. Es la apertura del año litúrgico que se abre con este tiempo de Adviento en el que preparamos la Navidad. Cada año cobra actualidad el Adviento, porque siempre necesitamos la venida de Dios a nosotros. Y nos hace falta aprender a esperarle. Como los cristianos también podemos ir perdiendo a lo largo del año la sensibilidad por lo divino, conviene que el Adviento nos despierte el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. En esta sociedad en la que nos toca vivir, los que nos consideramos cristianos debemos ser el ‘corazón’ que la mueva por caminos de esperanza.
Las personas que nos rodean deben ver en nosotros la práctica de unos valores evangélicos claros: el de la lucha por la justicia, el del servicio desinteresado, el del perdón, el de devolver bien por mal, el de compartir con los necesitados, el de la generosidad, el de la entrega, el de la caridad, el de la pobreza evangélica, etc., evitando todos aquellos que son propios de la sociedad de consumo: como el afán de tener más y más dinero, el de tener más poder, el del materialismo, el del hedonismo, el de querer estar por encima de los demás…
El tiempo de Adviento es una intensa celebración de la larga espera de la Historia de la Salvación. Adviento es vivir la Historia pasada orientada hacia el Cristo escondido en el Antiguo Testamento, la cual sugiere la lectura de nuestra Historia como una presencia y una espera del Cristo que viene.
En el hoy de la Iglesia, el Adviento es un redescubrir la centralidad de Cristo en la Historia de la Salvación. En él, se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y de las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas… En sus títulos y funciones Jesucristo se convierte en el personaje central y clave de la Historia de la Salvación.
El Adviento es el tiempo del corazón. Hemos recibido la noticia de que alguien muy querido, muy amado por nosotros vendrá a visitarnos. Nuestro corazón salta de gozo, pues aquel al que tanto deseábamos ver, con el que tanto deseábamos compartir, vivir, va a venir por fin. El camino se hace corto, la espera se convierte en dicha, y nuestro corazón se ensancha de alegría ante la certeza de su llegada.
Algo así vivimos los cristianos en el Adviento. La confianza de que Jesús viene y vendrá a nuestra vida nos hace vivir en la alegría de su presencia. No es una sonrisa efímera, que pasa con lo fugaz de los acontecimientos, sino que se trata de la paz de aquel que ha visto germinar en su corazón la semilla de la verdadera vida, capaz de llenar de luz y color los grises tonos de una existencia sin fe.
El Adviento es un camino en el que hemos de estar en VELA (I Domingo) para no dejar pasar ninguna oportunidad de PREPARAR (II Domingo) nuestro encuentro con Él, para así convertirnos en TESTIMONIO, en ANUNCIO (III Domingo) de la luz que Él viene a prender en todas las oscuridades de nuestro mundo, iluminando todos los corazones que lo ACOGEN (IV Domingo) como rey y Señor.