Plan Diocesano, Pobres

Austeridad, Sencillez y Pobreza

El quinto objetivo específico se nuestro Plan Diocesano de Pastoral para este curso nos dice:

Vivir el valor de la austeridad, la sencillez y la pobreza, tanto en el ámbito personal como comunitario con opción preferencial hacia los pobres, basado en una espiritualidad que tenga en cuenta a los empobrecidos como sacramento de Cristo”.

El fundamento de la acción social y caritativa es trinitaria y tiene su origen en Dios, que es amor y que nos ha manifestado en Cristo su amor preferencial por los pobres  y sigue suscitando este amor en la Comunidad cristiana por la presencia y acción del Espíritu. Por eso, en el campo de la caridad siempre es necesario cultivar la espiritualidad y el papa Francisco nos habla de “evangelizadores con Espíritu (…) que oran y trabajan” (EG 262) y apostilla más adelante “siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad”.

Esta opción eclesial por los más desfavorecidos está inspirada por la preferencia que el Dios de Jesucristo muestra hacia ellos a lo largo de toda la historia de salvación. También el papa Francisco, con una determinación y fuerza inusitada, nos lanza el siguiente desafío:

“Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198).

Esta llamada la hace a todas las comunidades y a la iglesia diocesana, pero también está dirigida a cada uno de nosotros y para responderla adecuadamente debemos tener claro que sólo podemos optar por los pobres -sin instrumentalizarlos- aquellos que vivamos desprendidos de lujos y consumos innecesarios.

Vivimos inmersos en una sociedad rendida al bienestar, al poder, la riqueza y el dinero. Sin embargo, hay que especificar que nuestra sociedad es consumista, no porque consuma mucho, sino po que hace del consumo “la dinámica central de la vida social y muy especialmente el consumo de mercancías no necesarias para la supervivencia». Por eso, desde el punto de vista bíblico, el consumo se mueve en el terreno de la idolatría. Por lo tanto, hace falta una conversión del corazón que nace del encuentro con Jesucristo. Una reordenación de nuestras apetencias, trabajando honestamente para vivir con sencillez y sobriedad el presente. Vivir con austeridad que significa una forma determinada de tener las cosas y usarlas que favorezca el desarrollo integral y equilibrado de la persona que las necesita.

La posesión de bienes sin austeridad es un muro que separa, una atadura a la total disponibilidad de sí mismo.

 

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