Nuestras Comunidades cristianas, por pequeñas que sean, son las que tienen que seguir anunciando la Buena Noticia en la realidad del mundo rural aragonés. La liturgia y la dimensión celebrativa de la fe, el servicio a los más desfavorecidos, la pertenencia y comunión con la Iglesia diocesana, la corresponsabilidad y la sinodalidad (el caminar todos juntos) deben ser las notas de referencia de nuestras Parroquias. Trabajemos para que el anuncio salvador sea tarea de todos, del clero, de la vida religiosa y del laicado comprometido, ya que todos, por nuestra vocación bautismal y por los distintos ministerios y consagración, tenemos un protagonismo irrenunciable.
A nuestro clero, presbíteros y diáconos permanentes, que viven de forma entregada y generosa su vocación en nuestros pueblos, les agradecemos su presencia y testimonio y les recordamos que “a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.
Debemos de reconocer y agradecer la labor callada de muchos sacerdotes, que, a pesar de su edad, y de haberse jubilado de sus responsabilidades, siguen estando dispuestos a colaborar celebrando la Eucaristía en los pueblos pequeños.
(Carta pastoral de los Obispos de Aragón “Nazaret era un pueblo pequeño”, 39-40)