La Cuaresma es un tiempo muy oportuno para renovarnos en nuestra relación con Dios y con el prójimo. Durante este tiempo debemos estar más finos en nuestro servicio y amor de caridad y ser más pacientes y abnegados, lo cual nos ayudará a crecer. Debemos vivirla con el gozo interior de que es un camino hacia la Pascua. Bueno será que sea un tiempo para “ayunar” alegremente de ciertas cosas y también para “hacer fiesta” de otras.
En este tiempo deberíamos ayunar de juzgar a los demás y festejar que Dios habita en ellos; de fijarnos siempre en las diferencias y defectos de los demás y hacer fiesta por lo que nos une en la vida; de las tinieblas de la tristeza y celebrar la luz; de las palabras y pensamientos enfermizos y hacer fiesta con palabras cariñosas y sanadoras; de las desilusiones y festejar la gratuidad; de la rabia, del rencor y de la sed de venganza y festejar la paciencia santificadora; de las preocupaciones, quejas y egoísmos y festejar la esperanza y la Providencia divina; de las prisas y agobios y hacer fiesta en oración continua a Dios.