Jesús nos enseñó esta preciosa oración que es alabanza y gloria a Dios, anhelo de su Reino, aceptación de su voluntad, deseo del pan de cada día y del perdón divino condicionado al que nosotros otorgamos a quien nos ofende, petición de ayuda para vencer las tentaciones de cada día y, sobre todo, la gran prueba final para no negar a Cristo, así como vernos libres de todo mal para poder servir a Dios fielmente.
Estas son las peticiones del Padrenuestro, la oración cristiana por excelencia, la única que nos enseñó Jesús, la más fácil, profunda y sencilla de todas, la que es modelo y resumen de toda oración. ¡Padre nuestro! Santa Teresa de Ávila decía que a menudo le bastaban estas dos palabras para sumirse en larga oración. Llamamos a Dios Padre Nuestro porque realmente lo es. Por ser hijos de Dios somos hermanos de Cristo y de todos los hombres.
No debiera caerse nunca de nuestros labios la oración del Padrenuestro, sobre todo en los momentos cumbre de nuestra vida familiar, comunitaria y personal. Pero es mucho más que una fórmula para recitar; es todo un estilo de vida para los hijos de Dios; es una llamada a entregarnos totalmente a la voluntad de Dios Padre para que su reinado se manifieste plenamente en nosotros. Fijémonos bien al rezarlo.