Hemos celebrado con fe los misterios de nuestra salvación.
El Señor nos deja su presencia eucarística, da la vida por nosotros y nos regala su presencia resucitada.
Pascua es la primavera permanente en la que Dios quiere habitar entre nosotros. Él nos da su luz, su esperanza, su Vida.
Vivir como resucitados es mirar la vida desde la luz de la fe y la esperanza, es la “vacuna” que necesita nuestro corazón para valorar aquel maravilloso regalo que hemos recibido de Dios, la Vida.
Y esta vida es siempre compartida, ya no podemos ir solos, necesitamos al hermano. Y es ahí en la comunidad, en la unidad, en la sinodalidad, donde encontramos al Cristo resucitado caminando con nosotros, como los discípulos de “Emaús”.
¡FELIZ PASCUA RESUCITADA!