Es el tiempo apropiado para preparar la celebración de la Pascua, o sea, la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La comenzamos el Miércoles de Ceniza y nos llevará a celebrar con gozo la vida nueva de Jesús, que es nuestra propia vida.
Vivir la Pascua comporta cambios en la propia vida y en la de la comunidad cristiana, que vayan a las raíces y que hagan que nos acerquemos más a Jesús. El objetivo de la Cuaresma es unirnos a Jesucristo y renovar nuestra adhesión a Él, reafirmando nuestra fe, participando en los sacramentos y amando desinteresadamente a los demás. En el Evangelio descubrimos tres propuestas que serán una buena guía para este tiempo:
Primero, la caridad, o compartir lo que tenemos con quien lo necesita: dinero, a través de Cáritas, Manos Unidas, las Conferencias…; tiempo, visitando enfermos o personas que se encuentran solas o ejerciendo un voluntariado…; y también esfuerzos para hacer una sociedad más justa.
Segundo, la oración, o vivir con más intensidad la relación con Dios, buscando momentos concretos, leyendo el Evangelio, rezando con los salmos o participando en la eucaristía.
Y tercero el ayuno, privándonos de comprar aquel vestido o aquella comida que ahora nos apetecería, o de un rato de televisión, procurando que el dinero no gastado sirva para ayudar a los necesitados y el tiempo ahorrado, para rezar o para convivir más con los demás.
Estos tres caminos de conversión hay que vivirlos, porque son la expresión de nuestras ganas de renovar la fe y la vida cristiana.