Cada persona tiene una ideología, una forma de pensar. Las personas cristianas tenemos libertad de pensamiento, pero hay cuestiones que nacen del Evangelio de Jesús que nos dan una forma de ser, un estilo, que se hace presente en la vida.
Ponemos unos ejemplos de por dónde va (o debe ir) la vida cristiana.
Una persona cristiana ve en cada ser humano a un hermano; sabe ceder de sus propios derechos por el bien común para que haya paz; perdona siempre y, al hablar, habla con verdad y trabaja para la verdad: su sí, es sí, y su no, es no.
Una persona cristiana tiene opción clara por las personas empobrecidas y, en la vida diaria valora a los que no importan, está al servicio del despreciado, escucha al no influyente, cuenta con él y trata bien al que la vida y los otros tratan mal; se sabe y se siente una más con los otros, nunca se pone por encima de nadie y a nadie considera inferior; su casa está abierta para todos, sabe compartir sus bienes y goza cuando da y cuando recibe; vive austeramente, aunque pueda vivir de otra manera; sabe que la persona es más importante que el dinero, es generosa, y practica la no-violencia activa devolviendo bien por mal y perdonando a quien le ofende.