Interioridad, Solidaridad

Tiempos de Covid-19

La crisis del Covid-19 ha servido para sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Al encerrarnos en casa nos hemos abierto a nuestro interior, quedando a la intemperie, a merced de nosotros mismos. Sin los agarraderos de la normalidad, nos hemos visto obligados a afrontar nuestros miedos, nuestra vulnerabilidad. La incertidumbre ha alimentado nuestras fantasías.

La amenaza a lo desconocido ha dado rienda suelta a nuestra fantasía. Y las noticias no han contribuido. Sin embargo, con el confinamiento, también hemos tenido la oportunidad de abrirnos y salir de nosotros mismos. De comprobar que no somos el centro del mundo; que por mal que lo hayamos pasado, muchos han sufrido con mayor intensidad las consecuencias de la crisis. Aunque el drama del coronavirus haya dejado un reguero de desgracias, ha extraído, como un crisol, lo mejor de quienes han optado por no encerrarse en sus preocupaciones.

Ha sido la oportunidad de descubrir lo más genuino de nosotros, de descentrarnos de nuestros intereses inmediatos y pensar en los demás. Recluidos en nuestras casas no podemos desatender a los que no tienen dónde cobijarse. Miles de voluntarios han colaborado en las más diversas tareas solidarias. Lo hacen porque así lo desean, siguiendo un impulso que desde dentro los mueve para aliviar el dolor de sus semejantes. Esta fuerza que brota de lo más profundo y que no obedece a convencionalismos sociales permite transformar la realidad, pero también desarrollar lo más auténtico de nosotros mismos, lo que nos hace verdaderamente humanos: vivir el servicio a los demás. (Josep Oton. Revista R-21 Agosto-Septiembre 2020)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *