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Vacaciones

Las vacaciones están ahí como gozo y descanso. Son una de esas necesidades del cuerpo y del espíritu que deben ser satisfechas, tanto para recuperar “nuestra humanidad” como para crecer en ella. De nada nos sirven unas vacaciones si la vida de cada día se viene a ellas con nosotros, con ordenadores, móviles, redes sociales, ruidos y falsas necesidades. La frase “pasárselo bien” encierra toda una filosofía de la vida.

Las vacaciones deben dar oportunidades para la espiritualidad. Muchas diversiones y muchos “pasárselo bien” se han convertido en procesos deshumanizadores. Necesitamos gozar de la calma, tomar contacto con la naturaleza, respirar aire puro, llenarnos de sol, estar más cerca de nuestra familia y dialogar con paz con ella, leer un libro y dormir sin pastillas. Nos aburrimos si estamos solos; preferimos el hacinamiento humano y el coche a caminar; preferimos los espacios repletos y ruidosos a la naturaleza limpia; el alcohol al agua clara; las veladas excitantes y tardías a un horario más racional. Las vacaciones no son extrañas al plan de Dios. Son como un débil anticipo de la fiesta eterna.

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