El quinto objetivo específico de la Programación de este curso dice: “Vivir el valor de la austeridad, la sencillez y la pobreza, tanto en el ámbito personal como comunitario con opción preferencial hacia los pobres, basado en una espiritualidad que tenga en cuenta a los empobrecidos como sacramento de Cristo”. En la fundamentación de este objetivo nos dice: “Esta opción eclesial por los mas desfavorecidos está inspirada por la preferencia que el Dios de Jesucristo muestra hacia ellos a lo largo de toda la historia de salvación. También el papa Francisco, con una determinación y fuerza inusitada, nos lanza el siguiente desafío: “Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). Esta llamada la hace a todas las comunidades y a la iglesia diocesana, pero también está dirigida a cada uno de nosotros y para responderla adecuadamente debemos tener claro que solo podemos optar por los pobres -sin instrumentalizarlos- aquellos que vivamos desprendidos de lujos y consumos innecesarios.
Vivimos inmersos en una sociedad rendida al bienestar, al poder, la riqueza y el dinero. Sin embargo, hay que especificar que nuestra sociedad es consumista, no porque consuma mucho, sino porque hace del consumo “la dinámica central de la vida social y muy especialmente el consumo de mercancías no necesarias para la supervivencia”.
Si, además, tenemos en cuenta, que esta sociedad de consumo surge en medio y a costa de la injusticia de este mundo, en el cual unos pocos consumen lo que otros no pueden hacerlo a lo largo de su vida, vemos claramente que el derroche consumista se asienta sobre la pobreza y el sufrimiento de otros, y el supuesto derecho a consumir deja de serlo, porque se convierte en un privilegio a costa del prójimo al que expolia del mínimo de calidad de vida y dignidad vital”