José trabaja en el taller de carpintería. No vive en la miseria. Gana para vivir. Vive la pobreza de un trabajador, artesano quizás de clientela corta en un pueblo tan pequeño. Gana el pan de cada día con el sudor de su frente. Sabe de penalidades propias de su condición de trabajador: fatiga corporal, mesa sobria, salario escaso, apremios de tiempo y de falta de material y exigencias desmesuradas de los clientes.

¿Brazos? Los suyos y los de un muchacho. Jesús es un buen aprendiz y se le da bien el trabajo manual. María también trabaja en las cosas de la casa. La verdad es que no para. Gracias a ella, ellos están liberados para la tarea artesanal. Saben que no les faltará ropa limpia, una buena comida y un lugar acogedor para descansar. Trabajan en equipo. Trabajo familiar.

El trabajo con Jesús adquiere insospechados valores. Poco pensamos que también nosotros, aunque hayan pasado veinte siglos, estamos trabajando con Jesús, en unión con Él, sea cual sea nuestra tarea. Los cristianos trabajamos en equipo en torno a Jesús, como también lo hicieron María y José.