Una de las características de los cristianos es la alegría. Esta brota de una fuente muy profunda: brota del corazón de Dios del que hemos descubierto su amor infinito y su ternura sin límites contemplando el corazón de Cristo, su Hijo.
“Junto al corazón de Cristo, el corazón humano aprende a conocer el sentido verdadero y único de la vida y de su destino; aprende a conocer el valor de una vida auténticamente cristiana, a cuidarse de ciertas perversiones y a juntar el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo” (S. Juan Pablo II).
El secreto de la alegría cristiana está en descubrir todo este amor y toda esta ternura. La contemplación del corazón de Cristo nos revela tanto el amor divino por el que somos amados como el amor divino por el que somos instrumentos para servir a los otros.