En estos días de fiestas, las calles se llenan de gentes, de música, de alborozo. Y la iglesia parece querer agrandarse para acoger a todos los vecinos y visitantes, como se agrandan nuestras casas para acoger a los familiares y amigos que vienen a pasar estos días con nosotros. Y ahí está María, con sus brazos abiertos, acogiéndonos y dándonos la bienvenida, para que todos nos sintamos como en casa celebrando su fiesta.
Nos podemos preguntar: ¿quién es esta mujer cuya fiesta celebramos? ¿qué fue o qué hizo de importante para que la hayamos puesto en el centro de nuestra fiesta?
María fue una mujer sencilla, buena vecina y servicial. Es la mujer que nos dio al que es la Vida, porque supo acogerla de parte de Dios que se la ofreció; ella modeló al Hijo de Dios según el plan divino; estuvo entre nosotros como una más y está ahora junto a Dios. Celebrar su fiesta es una invitación a vivir como ella y a contar con ella para que nos ayude “a ayudarnos” entre nosotros. Por ello la ponemos en el centro de nuestra fiesta