La Virgen María fue hija de la tierra antes de ser reina del cielo y experimentó el peso de la condición humana antes de ser reina de los ángeles. No fue una diosa, aunque fue y es la Madre de Dios. Compartió las alegrías y los dolores de la maternidad como cualquier madre humana. Vivió de la fe como todo fiel y fue sensible, como toda criatura, a los misterios más profundos de la vida y de la muerte.
Todas las madres pueden reconocerse en el rostro de María a lo largo de todas las etapas de sus vidas, que son los grandes momentos que jalonan la vida de una mujer. Luego está la paciencia de cara a esos trabajos prolongados que hay que empezar cada día, tan regulares como el péndulo de un reloj. Ahí también María es una de tantas mujeres en el mundo: “una mujer pobre”. Jesús no permitió que la tocara gloria humana.
La Madre de Dios no es inaccesible. Es el retrato de todas las madres y de todos los creyentes. Vivió la vida oscura del tiempo de Nazaret. A María la podemos encontrar en la realización paciente y amorosa de sus trabajos y de su entrega. Ella es la claridad anunciadora del alba evangélica.
¿De qué manera nos afecta hoy María?
María, Madre del Cristiano
Ya desde el siglo II, la Virgen María es reconocida en la Iglesia como la nueva Eva o la nueva mujer en Cristo, asociada íntimamente a la obra de la salvación. María reparó con su fe y con su obediencia el daño causado al género humano por la incredulidad y la desobediencia de la antigua Eva. Así lo expresa san Ireneo: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María. Lo que había atado Eva con su incredulidad lo desató la Virgen María con su fe”. Desde entonces, María es celebrada en la Iglesia como primicia de la nueva creación; como primicia del pueblo de Dios; como ‘la tierra nueva’ habitada por la justicia; como discípula de la nueva Ley; y como modelo y ejemplo para los hombres y mujeres de todos los tiempos. Este próximo domingo la celebramos los ejeanos bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Oliva. Viviremos el sentirnos hijos de María, la que nos señala a su hijo Jesús: “Haced lo que él os diga”