Durante todo el año, pero de un modo especial cuando llega el mes de mayo, ese mes en que los árboles se cubren de hojas y en el que las flores muestran la hermosura de sus colores y sueltan el aroma de sus perfumados pétalos, los cristianos queremos presentar a la Virgen, Madre de Dios y madre nuestra, el aroma de nuestro amor y nuestras palabras de cariño, ofreciéndole cada día las flores de nuestro corazón. Esto lo queremos hacer en el mes de mayo, que desde antiguo se llama y es “el mes de María”.
La humanidad siempre ha relacionado las flores con la alegría y el amor. Y así como los antiguos paganos coronaban con flores y rosas, con hojas y con laurel, las estatuas de sus dioses como símbolo de que les ofrecían sus corazones, así también los cristianos, desde los comienzos del cristianismo, ofrecemos alegres nuestras flores a María con oraciones y cantos, como ofrendas cariñosas de hijos a nuestra madre del cielo para expresarle nuestro amor.
“Venid y vamos todos con flores a María, que madre nuestra es”.
Con esas flores de oración y de amor nos hacemos como niños ante María y así en nuestras vidas florece una nueva primavera.