A veces tendemos a ubicar a María dentro de una propuesta devocional o espiritual que parece -a ojos de algunos- «teología de rebajas», cosas de menor contenido o profundidad. Como que tocaran poco a lo esencial de la fe y a su discurso.
Nada más lejos de la verdad. María nos enseña a mirar a Cristo y a mirar nuestra propia vida en justicia y en gratitud, por algo es la «llena de gracia» (Lc 1, 28).Por eso nos invita: No mires solo lo que te falta, lo que falla, lo que no marcha como tú esperabas… Esa es una visión triste y mezquina de tu vida, que deja fuera toda la realidad positiva y bendecida que cada día circula en nosotros y gracias a nosotros llega a otros. Unámonos al canto de María, al Magníficat y digamos también «el Señor ha hecho obras grandes por mí». Y esto en dos sentidos. Él ha hecho cosas grandes en nuestra vida, en nuestra historia, nos ha salvado de muchos abismos y conducido con mano fuerte a lugares de gozo y bendición. ¡Nos ha regalado tantas cosas buenas! Que no hace justicia mirar solo lo que nos falta.
Pero también podemos decir, «el Señor ha hecho obras grandes a través de mí», algunas quizás ni las sabemos, pero ya se nos revelarán. Cuánto bien sembrado con nuestras palabras, nuestras oraciones, silencios y sonrisas, y hasta con algunas obras calladas. Con algunas preguntas oportunas: ¿Estás bien? ¿Necesitas hablar? ¡Tomemos café! Que el café lo arregla casi todo. Cuántas bendiciones ha repartido el Señor a través de nosotros sin saberlo. Él obra así, callado, silencioso, en el tiempo, en la historia. Sin grandes efectos especiales nisonoros. La suya es «la música callada y la soledad sonora» que dijo San Juan de la Cruz. Así que nos apuntamos, hacemos silencio y escuchamos su ruido gozoso dentro de nosotros. Como María. (Víctor Chacón – ICONIO)