El canto del Aleluya (palabra que significa “alabad a Dios”) es el grito entusiasta y agradecido de los creyentes que nos invitamos unos a otros a “alabar a Dios” por la vida que nos regala el Resucitado. Este es el día que hizo el Señor, que los creyentes celebramos como principio de una vida sin fin. El triunfo de Jesús es el principio de nuestra vida para siempre.
La resurrección es la experiencia del Resucitado que cada uno puede tener a lo largo de su vida. Solo desde esa experiencia de Pascua se puede creer, abiertos a la sorpresa de que Dios lo sea todo en nuestra existencia y lo sea todo en todos. Pero Jesucristo no solo resucita en sí y para sí, sino que resucita en cada persona y en la creación.
En este sentido podemos decir que la resurrección de Jesucristo no se ha completado del todo mientras haya alguien que esté “muerto” o sufra, mientras haya alguna parte de la creación todavía esclavizada por fuerzas externas o internas. Cantemos el Aleluya con alegría, con gozo, por todo lo que significa la resurrección de Jesús a nivel personal y eclesial. ¿Qué podemos hacer para que lo canten también quienes no conocen o no valoran esta “canción” que es la más alegre y esperanzadora de la Historia?