La vida necesita renovarse continuamente. La vida es un continuo morir y renovarse, como lo hacen las células de nuestro cuerpo. En la vida hay también proyectos truncados, ilusiones perdidas, esperanzas olvidadas y recuerdos y experiencias que se parecen demasiado a un invierno con poca luz y calor.

¿Podemos volver a vivir con nuevos bríos? Los cristianos estamos convencidos de que eso es posible. No porque seamos mejores o más fuertes que los demás, sino porque Alguien, el Resucitado, nos ha probado que el olvido, la injusticia, la traición y la misma muerte en ningún momento significan el final de nada: ni de nuestros mejores proyectos ni de una etapa de la vida ni de la vida misma.

A este Resucitado lo tenemos siempre junto a nosotros. Pero tal vez más de un día o incluso todo un tiempo hemos olvidado que lo teníamos a nuestro lado. No hemos estado muy centrados con su vida; por ello, quizá, hemos padecido más fríos y oscuridades que los que habríamos deseado.